Hola Enrique, Juan Pablo y Jorge Luis:
Mi genealogia por el lato materno esta hubicada
en la rivera de Chapala, precisamente en Ocotlan,
La Barca, Jamay, y se extendio hacia Tototlan y
Atotonilco, los apellidos que busco son:
Gómez, Flores, Villarruel, Orozco, Jimenez, Ruiz de
Velasco, Vaca, Castellanos, etc.
Estoy un poco atorado aqui, porque varios registros
de mis ancestros debian estar en los archivos parroquia-
les de Tototlan, Jal. pero este es uno de los archivos
mas destruido en la Guerra Cristera, agradeceria mucho
su ayuda.
Para Informacion Sobre el Gran Historiador
Jaliciense Jose Ignacio Davila Garibi, lo que
enconte en Internet:
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http://www.ochocolumnas1.net/2003/septiembre/26/NUEVAS_SECCIONES/cuerpo…
Ignacio Dávila Garibi,
el gran bibliógrafo de Jalisco
«Apuntes para la historia de la Iglesia en Guadalajara», obra que fue su
coronamiento como investigador e historiador
Marisela Tachiquín | OC Los libros son una extensión de la imaginación, del
sentir y del saber del hombre, han sido y son los encargados de guardar la
memoria y acontecimientos de la humanidad, de ahí lo loable de la labor de
quienes se han dedicado a investigar y plasmar sus ideas a través de la
escritura, que ni los medios modernos logran desplazar.
Ignacio Dávila Garibi es uno de estos personajes que hicieron de la
escritura su forma de vida, a la que ingresó a muy pronta edad y que nunca
abandonó pero sí combinó con la docencia y su familia.
El incansable escritor. En el marco de las sesiones mensuales que organizan
el Instituto Cultural Ignacio Dávila Garibi y la Cámara de Comercio de
Guadalajara, el presbítero José Rosario Ramírez Mercado dictó la conferencia
titulada «José Ignacio Dávila Garibi. bibliófilo y bibliógrafo de Xalisco».
Señaló el padre Chayo, como todos en el medio cultural lo conocen, que
«desde que descifró los veintiocho signos con que se forjan los sonidos que
hacen las palabras, sin duda como todos los de entonces, sus manos de niño y
sus ojos incontaminados fueron a dar con el «cajoncito» de las cinco vocales
y luego con las tablas de las vocales ya en compañía de las consonantes»,
tal y como lo mostraba el silabario de San Miguel. Allí fue la puerta de
ingreso en el vicio de leer, compañero inseparable en largo y fecundo
recorrido por miles y miles de líneas impresas y no impresas. El dintel en
el otro vicio, el de escribir, llegó el 12 de diciembre de 1903».
Un elogio paterno el causante. Entre las anécdotas que mencionó el padre
Chayo destaca una, quizá la más importante, pues ella fue el detonante para
la gran carrera que inició Ignacio Dávila Garibi. Cuentan que el padre de
este ilustre personaje de Jalisco leyó un escrito y le dijo: «Debes
dedicarte a escribir para el público; sigue mi consejo, no te arrepentirás.
Esto, claro está, sin perjuicio de la carrera profesional que elijas».
Y así sucedió, pues ese elogio paterno fue el corcel que emprendió una
desatada carrera, pero aclaró el conferencista que para nada desordenada.
Guadalajara, su inspiración. Al recorrer la obra escrita por don Ignacio
Dávila Garibi aparece una constante, una clave de sus pensamientos, su
biografía intelectual, «lo que él eligió para la inspiración de su obra
escrita fue, primeramente, Guadalajara, a pesar de vivir alejado de ella más
de medio siglo, luego el occidente y finalmente su México».
Su vida familiar. Don Ignacio nació en la casa señalada con el número 487 de
la calle Juan Manuel; hijo de don Ignacio Dávila Cabrera y doña Elena Garibi
Santa María; el sacramento del bautismo lo recibió en la parroquia de El
Rosario. A la edad de 28 años, y ya con el título de abogado, contrajo
matrimonio con María González Chávez, con quien tuvo cinco hijos: María
Soledad, religiosa salesiana; María Guadalupe, misionera del Espíritu Santo;
Luz Cristina, quien se casó con José Luis Noriega Vargas; Ignacio Luis,
quien se casó con Susana Camacho Guzmán y Elena Victoria, esposa de Carlos
Anaya Chávez.
Una muestra del rescate que realizó. Señaló el padre Chayo que entre el
cuantioso bagaje que rescató él se ufanó siempre de dos hallazgos: la bula
de erección del obispado de Compostela en Nueva Galicia, que era
completamente desconocida, de tal forma que se enmendó el error en que los
historiadores incurrían al señalar el 21 de julio de 1548 como fecha de
erección del obispado en vez del 13 del mismo mes del año 1548; el segundo
hallazgo fue el primer plano del antiguo obispado compostelano del que no se
tenían noticias.
Hay mucho más que decir sobre el trabajo de investigación y bibliográfico
que realizó don Ignacio Dávila Garibi, de la actividad cultural que realizó,
pero buena parte de su legado se encuentra en el instituto cultural que
lleva su nombre y que junto con la Cámara de Comercio de Guadalajara le
rindieron este significativo homenaje.
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http://www.academia.org.mx/Academicos/AcaSemblanza/Davila.htm
IGNACIO DÁVILA GARIBI
ACADÉMICOS
Nació en Guadalajara, Jal., el 22 de junio de 1888; falleció en México, D.F.,
el 11 de enero de 1981.
Ingresó en la Academia el 27 de noviembre de 1954 como numerario; silla que
ocupó: XXXIII (1º).
Cargos: Bibliotecario (8º ): 1959-1962; Secretario (10º ): 1962-1981.
Nació en Guadalajara, Jalisco, el 22 de junio de 1888 y murió en la ciudad
de México, el 11 de enero de 1981. En su ciudad natal se recibió de abogado
(1915) y, a la vez que ejercía su profesión, fue profesor en la Escuela
Libre de Jurisprudencia del estado, en los Seminarios Conciliares Mayor y
Menor y en otras instituciones. Entre 1920 y 1921, comisionado por el
Arzobispo de Guadalajara, visitó el Archivo General de Indias, de Sevilla, y
varias bibliotecas españolas, italianas, francesas y de los Estados Unidos,
en la búsqueda y recopilación de datos para la historia de la Iglesia en
Nueva Galicia. En 1929 se radicó definitivamente en la ciudad de México,
donde impartió náhuatl, etimologías y español, en las Facultades de
Filosofía y Letras, de Ciencias y en la Escuela Nacional Preparatoria, de la
Universidad Nacional Autónoma de México; en la Universidad Iberoamericana y
en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entre otras. Trabajó en
el Instituto de Investigaciones Lingüísticas, donde presidió la Academia
Mexicana de la Lengua Náhuatl en dos ocasiones (1934-1935, 1941-1943) y, en
1943, fundó la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica. Fue también
colaborador y miembro del Consejo Directivo de la Enciclopedia de México. En
1947, la UNAM lo nombró maestro Ex-Officio en Historia y recibió los
doctorados "Honoris Causa" en Sociología por la Universidad Androsófica de
San Marino (1950) y por la Academia Studiorum Minerva, de Bari, Italia
(1952). Fue Caballero y Comendador de algunas Órdenes Ecuestres y
Hospitalarias y perteneció a numerosas asociaciones culturales y
científicas, de México y del extranjero, entre las que destacan la Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística; la Academia De Genealogía y Heráldica
"Mota Padilla", de la que fue presidente vitalicio; la Academia de Ciencias
"Antonio Alzate"; la Academia Mexicana de la Historia (1938) y la Academia
Mexicana de la Lengua (1954), de la que fue bibliotecario (1959-1962) y
secretario perpetuo desde 1962. Colaboró en el Boletín de la Junta Auxiliar
Jalisciense, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1919-1934);
en Colección de Documentos Históricos Inéditos o muy Raros Referentes al
Arzobispado de Guadalajara (1921-1927); en Juventud (1910-1914) y en La
Época, de Guadalajara; en Memorias de la Academia Mexicana de Genealogía y
Heráldica (1945-1965); en Christus; en Estudios de Cultura Náhuatl
(1959-1967); en Investigaciones Lingüísticas (1935-1937) y en Memorias de la
Academia Mexicana de la Lengua (desde 1956), entre otras muchas de la ciudad
de México.
José Ignacio Paulino Dávila Garibi, además de ser un prolífico
bibliógrafo (Bibliografía de un octogenario registra mil ciento nueve de sus
obras, entre libros, folletos, artículos, leyendas y poemas sueltos), fue
narrador, poeta y dramaturgo. Como narrador, recreó leyendas y tradiciones
de la época prehispánica y primeros años de la conquista; como poeta, sus
composiciones fueron escritas para celebraciones familiares, por los que
sólo circularon en ediciones privadas; y como dramaturgo escribió, en
colaboración con Higinio Vázquez Santa Ana, tres obras infantiles de
intención didáctica. Su obra también comprende biografías, discursos,
elogios fúnebres, trabajos de genealogía, sociología, arqueología,
etnografía, epigrafía, filatelia, etcétera, pero sobresalen sus
investigaciones en torno a la historia de la Iglesia en Jalisco y a la
toponimia, el folklore y las lenguas indígenas como el náhuatl, el coca y el
ópata.
Diccionario de escritores mexicanos, Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones Filológicas, México, 1988.
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http://www.jalisco.gob.mx/nuestroedo/muro/davilagaribi.html
JOSÉ IGNACIO DÁVILA GARIBI.
(1888-
Historia
Abogado, historiador y escritor, José Ignacio Dávila Garibi, nació en
Guadalajara, el 22 de junio de 1888. Desde 1902 cuando estudiaba en el
Colegio Marista en la capital tapatía, se interesó en el periodismo. Estudió
en la Facultad de Jurisprudencia obteniendo su título de abogado el 4 de
diciembre de 1915 en su ciudad natal. En 1919 ya era director del Boletín de
la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística durante su primera época de 1919 a 1926. Dávila Garibi buscó
siempre alternar la abogacía con la investigación histórica, genealógica y
paleográfica en diferentes archivos locales, nacionales y del extranjero.
En 1920 el Arzobispo de Guadalajara lo mandó a Sevilla y Roma con la
finalidad de buscar en los archivos de dichas ciudades documentos referentes
a la historia de la iglesia neogallega, donde además perfeccionó sus
estudios en paleografía, visitó el Archivo de Indias, la Biblioteca
Capitular Colombina de Sevilla, el Archivo Secreto del Vaticano y otros
acervos. El fruto de sus investigaciones en Europa, fue la publicación por
parte del Arzobispado de Guadalajara de su obra "Colección de Documentos
Históricos Inéditos o muy raros referentes al Arzobispado de Guadalajara" en
seis volúmenes (1922-1927), su obra más importante fue Apuntes para la
Historia de la Iglesia de Guadalajara en cuatro tomos, publicada en 1957.
Otras de sus obras son: Biografía de un gran prelado, El Exmo. e Ilmo. Sr.
Doctor Don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo 1925, El Ilmo. Y Revmo.
Monseñor D. Luis Gonzaga Romo de Vivar y Pérez Franco y sus progenitores y
antepasados 1943, "El M. I. y V. Cabildo de la Metropolitana Catedral
Basílica de Guadalajara en el Año Jubilar Guadalupano 1944-1945", publicado
en 1945. De este mismo año es " Sucinta Noticia Histórica Acerca de la
Colegiata de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos y su Cabildo", "El
Culto Guadalupano en lo que fue la Nueva Galicia" y "Zumárraga propulsor de
la Cultura en la Nueva España". Estas dos últimas obras salieron a la luz en
el año de 1948.
Para 1953 la obra de Dávila Garibi era muy extensa y como expone en su obra
"Selección Bibliográfica" debido a que muchas personas e instituciones
educativas y científicas le solicitan su bibliografía, publica esta
selección con 250 fichas. Su pluma siguió produciendo una gran cantidad de
artículos, libros y folletos. En 1960 Dávila Garibi publica su obra
"Controversia entre el Convento de San Benito el Real de Valladolid, España
y la Mitra de Guadalajara".
Dávila Garibi fue miembro del Colegio de Abogados y de la Academia Mexicana
de Jurisprudencia, maestro en la Escuela Libre de Jurisprudencia del Estado
de Jalisco, Escuela Normal Libre para Señoritas, del Seminario Conciliar
Mayor y Menor y del Instituto de Ciencias de Jalisco. Trabajó en el
Departamento de Bellas Artes, la Oficialía Mayor, el Departamento de
Bibliotecas y en la Secretaría de Educación Pública a nivel federal de marzo
de 1930 a noviembre de 1934. Perteneció a la Academia Mexicana de Genealogía
y Heráldica de la que fue presidente, miembro de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, Vicepresidente de la Confederación de Institutos
Genealógicos Latinos, asesor de la Comisión de Historia del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia, miembro de la Academia Nacional de
Ciencias "Antonio Alzate", integrante de la Editorial del Instituto Mexicano
de Investigaciones Lingüísticas y perteneció a la Academia Mexicana de la
Lengua.
En cuanto a la docencia impartió clases en la Facultad de Filosofía y Letras
y en la de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México. En la
Escuela Nacional Preparatoria impartió literatura universal y etimologías,
en la Universidad Iberoamericana dio cátedra de español, en la Escuela
Nacional de Antropología e Historia tuvo la asignatura de influencias
recíprocas entre el español y las lenguas indígenas.
En 1945 el Dr. Alfonso Caso, rector la UNAM, lo nombró representante de
dicha casa de estudios ante el Consejo de lenguas de la Secretaría de
Educación Pública. Fue vocal en 1946 y presidente en 1952 del jurado de
exámenes de español de los candidatos a vicecónsules en la Secretaría de
Relaciones Exteriores.
Obtuvo un sin número de reconocimientos por asociaciones científicas y
académicas nacionales y extranjeras. En 1954 el Gobierno del Estado de
Jalisco le otorgó el premio "José María Vigil" durante el mandato del
licenciado Agustín Yáñez. En 1962 la Escuela Nacional de Antropología e
Historia le hizo entrega de un reconocimiento a través del Secretario de
Educación Pública, doctor Jaime Torres Bodet por ser maestro fundador de
dicha institución. Fue considerado como uno de los mejores genealogistas de
su época. Ignacio Dávila Garibi, falleció el 11 de enero de 1981.
__________
Jalisco y sus Hombres. Compendio de Geografía, Historia y Bibliografía
Jaliscienses. Guadalajara, Jalisco. México 1958, edición del autor, p.186.
Villaseñor y Villaseñor, Ramiro. Bibliografía General de Jalisco.
Guadalajara: Gobierno del Estado, 1958, T.1, p. 270-309.
--------------------------------------------------------
http://guadalajara.net/biblio.shtml
Dávila Garibi, J. Ignacio: Memorias Tapatías, ediciones del Banco Industrial
de Jalisco, 2da edición, Guadalajara, Jalisco, 19 de diciembre de 1953.
Dávila Garibi, José Ignacio: Sucinta Noticia Histórica de la Arquidiócesis
de Guadalajara, en la República Mexicana, Imprenta Vera Cuauhtémoc 431,
1953, Guad., Jal.
-----------------------------------------------
http://historiamexicana.colmex.mx/?BUSCAR=1111&autor=49213&scope=
Articulos del autor
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Juan de Ojeda .
Dávila Garibi,J. Ignacio
Historia Mexicana, vol. I núm. 4, pp. 629-634.
Palabras clave y/o descriptores: Testimonios | Siglos xvi-xvii |
Resumen
Glosa de interesantes datos autobiográficos contenidos en el diario del
conquistador Juan de Ojeda
[TESTIMONIOS]
-------------
La historia de Pérez Verdía , sobre Luis Pérez Verdía: Historia particular
del estado de Jalisco, desde los tiempos en que hay noticia hasta nuestros
días . 2a. ed., Guadalajara, 1952.
Pérez Verdía,Luis ; Dávila Garibi,J. Ignacio
Historia Mexicana, vol. III núm. 4, pp. 618-620.
Palabras clave y/o descriptores: Historia de México | Jalisco | México
regional | Pérez Verdía |
Sin resumen
[CRíTICA]
-----------
La iglesia jalisciense , sobre José Ignacio Dávila Garibi: Apuntes para la
historia de la Iglesia en Guadalajara . México, 1958.
Bravo Ugarte,José ; Dávila Garibi,J. Ignacio
Historia Mexicana, vol. VIII núm. 3, pp. 442-446.
Palabras clave y/o descriptores: Historia religiosa | Guadalajara |
Jalisciense |
Sin resumen
[CRíTICA]
----------
Tecolotlán , sobre Gabriel Agraz García de Alba: Esbozos históricos de
Tecolotlán (Jalisco) . Guadalajara, 1950.
Dávila Garibi,J. Ignacio ; Agraz García de Alba,Gabriel
Historia Mexicana, vol. I núm. 2, pp. 320-322.
Palabras clave y/o descriptores: Jalisco | Tecolotlán |
Sin resumen
[CRíTICA]
----------
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Surname Research N-Z
NAVARRO 1 2 3 4 NIETO 1 NORIEGA 1 OCANA 1
OGAZON 1 OLIVAS 1 2 ORDAZ 1 OROZCO 1 2 3 4 5
ORTEGA 1 2 3 4 ORTIZ 1 2 OVANDO 1 OVIEDO 1
PACHECO 1 2 3 4 PADILLA 1 2 3 PADRES 1 PALACIO 1 2
PALOMAR 1 PALOMARES 1 PARADA 1 PENA 1 2 3
PERALTA 1 2 PEREZ 1 2 3 PESADO 1 PICO 1 2
PINEDA 1 PIGNATELLI 1 PIZARRO 1 PLANCARTE 1
PORRAS 1 2 PORTILLO 1 2 PULIDO 1 2 QUINTANA 1 2 3
QUINTERO 1 RAEL 1 RAMIREZ 1 2 RAUDON 1 2
REGLA 1 2 REYES 1 2 RINCON 1 RIVAS 1
RIVERA 1 2 ROBLEDO 1 RODAS 1 RODRIGUEZ 1 2 3 4
ROMERO 1 2 3 4 ROMO 1 2 ROMO DE VIVAR 1 2 ROVIROSA 1
RUIZ 1 2 3 RUZ 1 SAAVEDRA 1 SADA 1
SAENZ 1 2 SALAS 1 SALAZAR 1 2 SALGADO 1
SAN JORGE 1 SAN ROMAN 1 SANCHEZ 1 2 3 4 5 6 SANCHEZ NAVARRO 1
SANDOVAL 1 2 SANTA ANA 1 SANTA MARIA 1 SANTISTEBAN 1
SANTOS COY 1 2 3 SARACHAGA 1 SASO 1 SEGURA 1
SEPULVEDA 1 2 SERDAN 1 SERRANO 1 SINOVA 1
SISNEROS 1 SOBERANES 1 SOTO 1 2 TAFOYA 1
TALAMANTES 1 TAPIA 1 2 3 TELLES 1 TENA 1
TENERIO 1 TERMINO 1 TERRENO 1 TERRERO(S) 1
TIBON 1 TOLEDO 1 TOLOSA 1 TORANZO 1
TORRES 1 TREVINO 1 2 3 4 5 TRUJILLO 1 2 3 UNZAGA 1
VACA 1 2 VALDEZ 1 2 VALLARTA 1 VALLEJO(S) 1 2
VARAS 1 VASQUEZ 1 2 VAZQUEZ DE CORONADO 1 VEEDOR 1
VELA 1 2 3 VELARDE 1 VELAZQUEZ 1 VERDIA 1
VERDUGO 1 2 VIALPANDO 1 VIGIL 1 1 VILLARREAL 1 2 3 4
VILLASENOR 1 2 3 4 5 6 7 VILLA URRUTIA 1 VIVAR 1 VIZCAINO 1
YRAETA 1 YZAGUIRRE 1 ZAMBRANO 1 ZAMORA 1
ZAVALA 1 ZIRION 1 2
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email Jose
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GUADALAJARA JALISCO MEXICO 20 de Febrero de 1997
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Desde Sevilla, el Archivo
de Indias en Guadalajara
La CANACO reanudará
pronto la microfilmación
( Pagina 1 )
Desde 1981, cuando se fundó el Instituto Cultural Dávila Garibi en la Cámara
Nacional de Comercio de Guadalajara, se inició un ambicioso proyecto que
consistía en localizar todas las referencias a la Nueva Galicia en al
Archivo de Indias que está en Sevilla, España, microfilmarlas y ponerlas a
disposición de estudiosos, investigadores, historiadores e interesados en
general, aquí, en Guadalajara. Entonces, según relató ayer don Rubén
González, expresidente de la Cámara y actualmente presidente del Instituto
Dávila Garibi, se contó con el patrocinio de tres entidades: el Ayuntamiento
de Guadalajara, el Banco Refaccionario de Jalisco y la propia
( Continua Pagina 2 )
( Pagina 2 )
Cámara. Se asignaron mil dólares al mes para llevar al cabo la tarea,
destinados a pagar al investigador que localizaría las referencias y a los
materiales para la microfilmación. Las crisis de 1982 y 1995 detuvieron la
rapidez con la que se estaba haciendo la labor de tal suerte que hasta la
fecha no se ha podido completar, sin embargo y en eso radica la buena
noticia, pronto se reanudará la microfilmación de las referencias que están
todas localizadas, es decir, el trabajo del investigador ya concluyó y se
sabe que hay, en el Archivo de Indias, nueve mil 685 referencias de las que
en el Instituto Dávila Garibi, a disposición de los investigadores, hay
cuatro mil
( Continua Pagina 3 )
( Pagina 3 )
894 en microfichas agrupadas en 109 rollos. Tanto don Rubén González,
presidente del Instituto, como la Lic. Evelia Hernández, directora,
coincidieron en señalar que se trata de una labor ardua a la que sin embargo
se le dará un nuevo impulso, ya que si bien podría considerarse un tema
árido, es de suma importancia para profundizar en el conocimiento de la
historia de Guadalajara, sobre todo de los siglos XVII y XVIII, de los que
hay más faltantes. De manera detallada informaron que del siglo XVI se
encontraron mil 483 referencias y se han recibido mil 478, es decir que sólo
faltan cinco, es el siglo más completo y además se cuenta con catálogo
( Continua Pagina 4 )
( Pagina 4 )
para facilitar aún más la labor de los investigadores, se titula "Prontuario
de documentos del Archivo de Indias sobre la Nueva Galicia". Lo ideal,
acotaron, es que se cuente con un catálogo de cada siglo cuando se tengan
completamente microfilmadas las referencias. Del siglo XVII, continuaron,
hay cinco mil 265 documentos registrados y en el Instituto Dávila Garibi se
tienen tres mil 49, es decir, faltan dos mil 216; por lo que se refiere al
siglo XVIII, las referencias son dos mil 785, se cuenta con sólo 367. El
faltante es de dos mil 418. Por lo que respecta al siglo XIX y último se
encontraron sólo 152 referencias (abarca sólo la primera década y parte
( Continua Pagina 5 )
( Pagina 5 )
de la segunda) y no se tiene ninguna en el Instituto. Don Rubén dijo que se
tienen planes de que uno de los dos principales asesores del Instituto vaya
a España a iniciar la microfilmación de lo que falta y concluir la tarea
este año, es decir, toda la información sobre la Nueva Galicia que está en
el Archivo de Indias, estaría en Guadalajara a través del Instituto Dávila
Garibi de la CANACO. Los dos principales asesores son don Enrique Varela,
fundador del Instituto y quien fuera director de la Cámara durante tres
décadas aproximadamente y el presbítero José Rosario Ramírez, conocido por
todos como el "padre Chayo". El Instituto Dávila Garibi no sólo
( Continua Pagina 6 )
( Pagina 6 )
ofrece este servicio, además tiene una biblioteca que se actualizará y
especializará en historia del Occidente de México (como una segunda etapa) y
una serie de actividades dirigidas al público en general como conferencias y
presentaciones de libros. Para iniciar con esto, don Rubén informó que el
próximo 26 de febrero Jaime Olveda Legaspi, doctor en Historia, impartirá
una conferencia con el tema: "Culto y religiosidad en la Guadalajara
colonial", esto en el auditorio Cristóbal de Oñate de la CANACO a partir de
las 20:00 horas. Se pretende que en lo que resta del año se impartan por lo
menos cuatro más, y en su momento se darán a conocer, nombres, temas y
fechas.
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vascos en el Noroccidente de México. Siglos XVI-XVIII
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Jaime Olveda Legaspi
Mexiko.
Fecha de publicación: 2005-04-28 19:54
Aldatuta:: 2005-05-27 16:33
Los vascos en el Noroccidente de México. Siglos XVI-XVIIILa ponencia explica
el papel tan destacado que ejercieron los vasco-navarros en la fundación de
villas y ciudades, en la minería y el comercio de esta región de México, así
como los vínculos que establecieron con otros grupos hispanos.
Hace ya más de diez años, cuando preparaba mi libro La oligarquía de
Guadalajara, tuve mi primer acercamiento con los vascos. Al consultar los
protocolos notariales y las actas de bautismos de los siglos XVI, XVII y
XVIII que se encuentran en los archivos de esta ciudad, empecé a darme
cuenta de que los mineros más poderosos y propietarios de los almacenes más
importantes, así como los dueños de las haciendas de mayor extensión, eran
originarios de las provincias vascongadas. En ese entonces, otros
compromisos me impidieron continuar estudiando la élite de esta región de
México. Años más tarde, inicié un proyecto consistente en precisar cuál de
todos los grupos hispanos tuvo una mayor influencia en la configuración
espacial del noroeste mexicano.
Todavía en ese tiempo, los historiadores veníamos presentando a los
españoles que conquistaron y colonizaron las distintas regiones de América
como un grupo uniforme que compartía la misma cultura, las mismas costumbres
y los mismos puntos de vista. Un análisis más cuidadoso de las diversas
crónicas de la conquista permite observar que entre los soldados y aún entre
los colonizadores, hubo profundas discrepancias, rivalidades, celos,
envidias y rencores que acabaron por dividirlos. Pero no sólo los separaron
los intereses particulares o el hecho de haber estado bajo las órdenes de
diferentes adelantados, también el origen geográfico intervino para que se
dividieran en diversos bandos y para que cada uno se expresara de manera
distinta frente a la realidad americana. La insistencia de considerarlos
como un grupo cohesionado ha conducido a algunas explicaciones
distorsionadas. En algunos de mis trabajos he insistido en que no debemos
englobar a todos en una misma categoría, sino referirnos como ellos mismos
se presentaban: castellanos, gallegos, extremeños, andaluces, aragoneses,
vascos, etcétera. Incluso, algunas fuentes distinguen a facciones que
agrupaban a los nacidos en una misma ciudad, como el "bando de Medellín",
que cobró mucha notoriedad y fuerza por haber estado bajo el mando de Hernán
Cortés, el conquistador de México-Tenochtitlan.
Como el origen geográfico de los conquistadores y los colonizadores fue
diverso, distintos fueron los criterios que se aplicaron para llevar a cabo
la conquista y la ocupación del espacio americano. El desacuerdo natural que
se dio entre ellos en ocasiones entorpeció o retardó la toma de decisiones,
en perjuicio de ambas empresas. Uno de los primeros en advertir estas
divergencias fue Gonzalo de Oviedo, cuando señaló lo difícil que era que el
vizcaíno se pusiera de acuerdo con el catalán, el andaluz con el valenciano,
el perpiñán con el cordobés, y el asturiano y el montañés con el navarro, "y
así, de cierta manera –dice Oviedo-, no todos los vasallos de la Corona Real
de Castilla son de conformes costumbres y semejantes lenguajes". Estos y
otros grupos de hábitos y lenguas diversas se veían entre sí como extraños o
adversarios, y no tomaban en cuenta a la "gente de mar", que, a su vez, no
toleraba a la "de tierra". Las "diferentes maneras de gentes", subrayó
Oviedo, era la causa de tensiones y disensiones.[1] No obstante las
diferencias que los apartaran y el peligro que significaron las nuevas
tierras, favoreció la solidaridad y la amistad.
Las oportunas observaciones de Fernández de Oviedo diluyen cualquier duda
con relación a la diversidad de ideas, criterios, hábitos y costumbres que
se filtraron y se extendieron en el Nuevo Mundo después del descubrimiento.
El punto que aún no queda muy claro y que invita a seguir reflexionando
consiste en precisar en qué medida cada "nación española" desarrolló su
propio regionalismo, su cultura y su forma de ser; si alguna dejó una huella
más profunda en la configuración y organización colonial; si se sintió
distinta a las demás, o si la nueva realidad tuvo la fuerza suficiente como
para borrar las diferencias. Los estudios recientes nos están indicando que
no todos los españoles influyeron de la misma manera y que de ellos, los
vascos destacaron por encima de los demás por su tradición autonomista, por
la defensa de los privilegios que habían adquirido desde muy antiguo, por su
espíritu empresarial, por su laboriosidad, por los lazos de solidaridad tan
estrechos que mantuvieron y por su profunda religiosidad. El orgullo, el
valor, la importancia que le daban a la vida comunitaria y la tenacidad,
fueron otros de los rasgos que los caracterizaron tanto en sus propias
provincias como en los territorios americanos en donde se asentaron.
Un primer acercamiento revela que los vascos que participaron en la
conquista de lo que hoy identificamos como el noroccidente de México eran
muy pocos, pero casi todos ejercieron cargos de gran responsabilidad. La
mayor parte de esa minoría era originaria de Vizcaya, seguida por los
guipuzcoanos, los alaveses y los navarros con raíces vascuences. Esta región
la integran los estados actuales de Colima, Jalisco, Zacatecas, Nayarit,
Durango, Sinaloa, Sonora, parte de Chihuahua y las Bajas Californias, la
mayoría de ellos ubicados frente al Océano Pacífico. En esta zona los
pioneros de la colonización encontraron las minas más ricas, pero también
los indios más belicosos. Fue precisamente, el interés por explotar los
yacimientos argentíferos lo que motivó a los más inquietos a explorar los
vastos terrenos de esta área.
Fueron los vascos quienes fundaron las principales ciudades que conformaron
la red urbana del lado noroccidental de la Nueva España, entre ellas,
Guadalajara, Zacatecas, Sombrerete, Durango, San Luis Potosí y algunas
poblaciones de Sinaloa, Chihuahua y Nuevo México. En este amplísimo
territorio descubrieron e iniciaron la explotación de las zonas mineras,
fundaron mayorazgos, difundieron sus cultos religiosos y emprendieron otros
esfuerzos para afianzar la presencia de la Corona de Castilla.[2] En estas
primeras empresas destacaron los hermanos Oñate, los Ibarra, los Zaldívar,
Rodrigo del Río de Loza y Francisco de Urdiñola, entre otros, quienes, sin
lugar a dudas, fueron los pioneros de la colonización en esta región y los
fundadores de importantes estirpes.
Por haber sido conquistadores y pobladores sobresalientes, los vascos
obtuvieron cargos públicos de primer nivel, encomiendas y mercedes reales
cercanas a las principales fundaciones. Además de esas regalías que
obtuvieron como recompensa, los buenos matrimonios que concertaron desde un
principio fueron determinantes para consolidar su situación. Las uniones
matrimoniales, la adquisición de la tierra, los privilegios adquiridos y el
control que ejercieron los vascos notables, fueron delineando regiones de
influencia, las cuales mantuvieron controladas por varias generaciones.
Uno de esos poderes fue construido por Cristóbal de Oñate en Zacatecas,
quien fundó un mayorazgo y se convirtió en el hombre más rico de la zona en
el siglo XVI. El caso de Pedro Dávalos Bracamonte no es menos interesante.
En Compostela, en el actual estado de Nayarit, tras de conseguir de la
Audiencia de Guadalajara varios sitios de ganado mayor a mediados del siglo
XVII, formó uno de los extensos latifundios. El 16 de diciembre de 1640 se
casó con María Ulíbarri de la Cueva, una criolla de origen vasco. Un hijo de
este matrimonio, Alonso Dávalos de Bracamonte, obtuvo el título de conde de
Miravalle el 31 de octubre de 1690. Seis años más tarde, aprovechando su
ascendencia vasca, logró que se le nombrara rector de la hermandad de
Aránzazu que se erigió en la ciudad de México, y fue él quien hizo los
trámites necesarios para que esta asociación se convierta en cofradía. [3]
En otras partes del noroccidente novohispano, en Colima, Zacatecas, Durango,
Sinaloa y Sonora, los vasco-navarros construyeron otros imperios, como el de
los López Portillo, originarios del reino de Navarra, cuyas redes se
extendían por Nayarit, el sur de Sinaloa y Guadalajara; el de los Urquidi,
en Chihuahua; o bien, el de Joseph del Campo Soberón y Larrea, el famoso
conde del valle del Súchil, en Durango, quien además de fundar con 50
familias una colonia con el nombre de la Nueva Bilbao, difundió con mucho
entusiasmo el culto a la Virgen de Begoña.
Si desde el siglo XVI en tierra adentro se puede observar una participación
muy activa de los vascos en las empresas de expansión y colonización, por el
lado del litoral, Sebastián Vizcaíno, Ortuño Jiménez, Miguel López de
Legazpi y Andrés de Urdaneta, miembros también de la vascongada, destacaron
por haber organizado unas de las expediciones marítimas de grandes alcances
que ampliaron los reinos de España; los dos primeros se dedicaron a la
búsqueda de los placeres de perlas en las Californias; y los otros dos, con
el ánimo de llegar a las islas Filipinas, fabricaron unas naves en el puerto
de La Navidad y de aquí zarparon el 26 de noviembre de 1565 para realizar la
conquista. Entre la tripulación que obedecía las órdenes de López de Legazpi
hubo muchos marineros que eran vascos como Martín de Ibarra y Antonio de
Hormachea, nativos de Bilbao; Pedro de Aycarla y Domingo de Ayeta,
originarios de San Sebastián; Ochoa Rodríguez de Azua, Juan Ochoa de Arana,
Sancho Izquinquiz, Cencio de Lezana y Juan de Garay, nacidos en Vizcaya; y
Francisco de Arana, oriundo de Guipúzcoa.[4]
Al concluir el siglo XVI, Guadalajara, Zacatecas, Durango y el sur de
Sinaloa –en donde se localizaba el complejo minero de Copala/Moloya/El
Rosario-, se habían consolidado como núcleos de pobladores de origen vasco.
En estas cuatro jurisdicciones, los miembros de la vascongada ya habían
logrado tejer estrechas redes familiares que se prolongaban hasta Nuevo
México, y construir grandes latifundios y empresas mineras que fueron la
base de su poder.
Entrada la segunda mitad del siglo XVIII, en 1767, se estableció una base
naval en el puerto de San Blas, del cual partieron muchas expediciones para
las Californias, Canadá y Alaska. [5] Aquí también los vascos tuvieron un
papel protagónico. Para empezar, el primer director de este atracadero fue
Juan de Urrengoechea y Arrinda, y el responsable del astillero que aquí
mismo se instaló fue otro vasco, Pedro de Isaguirre. Asimismo, los viajes de
exploración que se organizaron estuvieron dirigidos por marinos expertos,
originarios de las provincias vascongadas; entre ellos, Mugartegui, Juan
Antonio Murguía, Julián de Arriaga, Bruno de Hezeta –de Bilbao-, Francisco
de la Bodega y Cuadra e Ignacio Arteaga, estos dos últimos americanos, pero
de ascendencia vasca, quienes a bordo de la fragata Aránzazu recorrieron el
trayecto de San Blas a Nutka.[6]
Asimismo, llama mucho la atención la labor evangélica y colonizadora que
llevaron a cabo los franciscanos vascos en las Californias, algunos de ellos
provenientes del convento de Aránzazu o de otras partes de la Cantabria,
entre ellos Pablo José de Mugartegui, uno de los asesores principales de
Fray Junípero Serra. Vale la pena destacar que en las misiones californianas
algunos frailes vascos cantaban la famosa "Misa vizcaína", cuyo autor fue
fray Martín de Crucelégui.
Los vascos que obtuvieron éxito en la Nueva España se afiliaron a la Real
Sociedad Vascongada de los Amigos del País, poco después de haber sido
fundada. Se calcula que entre 1771 y 1793 se inscribieron alrededor de medio
millar de socios. [7] De los que radicaban en Guadalajara, 21 aparecen
matriculados en los registros, 36 residían en la ciudad de Zacatecas,
Fresnillo y Sombrerete, 7 en Durango y uno en Sonora. Cuando menos los de
Guadalajara eran, en su mayoría, personajes ilustrados que compartían las
preocupaciones, las aspiraciones y las inquietudes del siglo de las luces,
en cuyas bibliotecas se encontraba, entre otros libros, la obra de Manuel de
Larramendi, el Arte de la lengua vascongada, publicada en Salamanca en 1729.
Los vascos más poderosos e influyentes de Guadalajara celebraron una junta
en el convento de San Francisco el 3 de julio de 1774, con licencia de la
Audiencia y del obispo Antonio Alcalde, para fundar una cofradía dedicada al
culto de la virgen de Aránzazu con el propósito de estrechar los lazos de
solidaridad, ayudarse mutuamente y fortalecer su identidad. Quien se echó a
cuestas la tarea de agrupar y mantener unidos a los nacidos en las
provincias vascongadas y a sus descendientes, fue Tomás Basauri, un vasco
criollo. El hecho de que haya sido un americano el convocante para construir
una capilla dedicada a la Virgen de los vascos, indica que la tradición
asociativa de este grupo estaba bien arraigada, aún entre los nacidos en el
Nuevo Mundo. [8]
Desde las primeras décadas del siglo XVIII, el vizcaíno Esteban de Arreburu
había mandado construir una capilla a Nuestra Señora de Aránzazu, a un lado
del templo de Nuestra Señora del Pilar, a la que acudieron los vascos hasta
que se edificó la del convento de San Francisco. En 1742, Matías de la Mota
Padilla, autor de la obra Historia del reino de la Nueva Galicia en la
América septentrional, observó que la devoción a las imágenes del Pilar y
Aránzazu se había extendido notablemente, y que los vecinos les celebraban
novenarios y festividades. Disponemos de otros datos que dan cuenta de que
el culto a la Virgen de Aránzazu se había difundido, incluso, a los centros
mineros: una mina del Real de Mezquital del Oro que se explotaba en la
década de los cuarenta, llevaba su nombre; en las jurisdicciones de Tequila
y Badiraguato, Sinaloa, encontramos otras minas llamadas Aránzazu. En este
último lugar el propietario era Miguel de Irigoyen. También el nombre de la
patrona de los vascos fue impuesto a algunas embarcaciones. Como ya se dijo,
una de las fragatas que partieron de San Blas a las Californias y Alaska en
las postrimerías del siglo XVIII para reconocer los límites entre las
posesiones de España e Inglaterra, orgullosamente llevaba el nombre de
Nuestra Señora de Aránzazu.
La finalidad de la cofradía de la Virgen de Aránzazu era muy clara: unir a
los originarios de las provincias vascongadas para buscar su bienestar; por
consiguiente, los requisitos para ser cofrades eran limitantes: se requería
ser nativo o descendiente de los territorios vasco-navarros y tener limpieza
de sangre. ¿Pueden interpretarse estas condiciones como una muestra de
separatismo étnico? El empleo de conceptos como "nación" y "beneficio
exclusivo" o reservado exclusivamente para este grupo, apuntan en ese
sentido. Sea como sea, esta cofradía es, por otro lado, una manifestación
del poder de los vascos y una evidencia de la exclusividad que compartían.
El espíritu cohesivo de los vascos tuvo su mejor expresión en el último
tercio del siglo XVIII. La fundación de la cofradía y la de la Real Sociedad
reflejan ese profundo sentido de paisanaje que compartían, y la importancia
que le daban a la actividad comunitaria. La afiliación a estas agrupaciones,
sin duda, reforzaron todavía más el espíritu asociativo que caracterizaba ya
de por sí a la vascongada, y el amor al país de origen.[9] Los principales
valores que difundió la Real Sociedad, de acuerdo a las ideas de su
fundador, fueron el patriotismo, el trabajo, la amistad y la caridad. Fruto
de la difusión de este último principio, en Guadalajara se fundó la Casa de
la Misericordia para dar asilo a pobres, huérfanos y desvalidos. El impulsor
de esta institución de beneficencia pública fue el obispo vasco-navarro Juan
Cruz Ruiz de Cabañas. La fuerza y la importancia de la Real Sociedad se
extendió hasta 1793. A partir de este año, una serie de acontecimientos
registrados en las provincias vascas, así como la invasión francesa a España
y el inicio de la guerra de independencia, casi provocaron su extinción. De
cualquier manera, la RSBAP hizo que los vascos volverían a ratificar su
imagen de ser la fracción de la élite colonial mejor articulada. Existen
otras evidencias que apuntalan esta afirmación, como la costumbre de que los
vascos bien establecidos acogieran en sus casas a sus coterráneos jóvenes
que emigraban a América, mientras lograban consolidar su situación.
Tenemos entonces que en último cuarto del siglo XVIII, las haciendas
pertenecientes a la zona abastecedora de Guadalajara, así como las tiendas
más prósperas y las ricas minas dispersas en el noroccidente, pertenecían a
vascos peninsulares y vascos americanos. Las familias de los Echauri,
Basauri, Fernández Barrena, Vizcarra, Arzubialde, Caballero, Goyzueta,
Zumelzu, Elgorreaga, García Diego, junto con los Cañedo y los Porres
Baranda, con quienes estaban emparentados, controlaban el mercado urbano en
Guadalajara y los circuitos de crédito en la región que reconocía a está
ciudad como cabecera política. Fueron estas estirpes las que mayor provecho
obtuvieron de las reformas modernizadoras que aplicaron los Borbones para
racionalizar la administración pública e impulsar la producción. La misma
división política en intendencias que se introdujo en 1786 benefició a esta
élite, porque este modelo respondía a la configuración e integración de los
mercados locales y a la extensión de las redes crediticias. La mayor parte
de las compañías que se fundaron en este periodo tuvieron un carácter
familiar, ya que sus integrantes eran miembros de una misma estirpe o
estaban emparentados por medio del matrimonio.
El Real Consulado de Guadalajara, fundado en 1795, fue otro de los espacios
exclusivos y controlados por esta comunidad. Los puestos directivos de esta
corporación estuvieron ocupados por comerciantes prósperos que habían
emigrado de las provincias vascas. [10] Además, el código comercial que
utilizó el Consulado para regular el intercambio mercantil y las
desavenencias que hubo entre los comerciantes fue las Ordenanzas de Bilbao.
El poder acumulado por los empresarios vascos, las actividades económicas
que promovieron, la cultura empresarial que difundieron y las relaciones
sociales que mantuvieron con la burocracia, definieron la territorialidad,
la cultura y la esencia regional. Fueron, sin lugar a dudas, las familias
poderosas las que organizaron, articularon y dieron sentido a las regiones.
La hipótesis que aquí se plantea es que los vascos, como actores sociales
dominantes desde el siglo XVI, proporcionaron buena parte de los componentes
básicos de la identidad regional.
El análisis del comportamiento de estas familias indica que desde que se
establecieron en la región noroccidental de lo que hoy es México. buscaron
unirse para promover y defender sus intereses frente al poder real,
representados por el virrey; que trataron de conservar y difundir algunos
elementos de su cultura y que procuraron mantenerse ligados con sus lugares
de origen, como ya se ha dicho. Muchos vascos que vivieron en las ciudades
noroccidentales, por ejemplo, fundaron capellanías en el sitio donde habían
nacido y dejaron legados para sus parientes que vivían en las provincias
vascas. Su alto grado de cohesión y su espíritu solidario son dos elementos
sustantivos que destacan la idea de grupo, del nosotros frente a los otros.
Si el ciclo colonial de la historia de Guadalajara lo iniciaron los vascos,
también lo concluyeron, porque fue el vizcaíno Pedro Celestino Negrete,
quien proclamó la independencia de la provincia de Guadalajara, el 13 de
junio de 1821, conforme a los principios del Plan de Iguala. Lucas Alamán
hizo una observación muy interesante con relación a la participación que
tuvieron los colectivos españoles en el virreinato novohispano: "es un hecho
digno de notarse –subraya Alamán-, que todos los conquistadores de América y
en especial de Nueva España, eran naturales de Badajoz y Medellín en
Extremadura, y todos los que causaron la ruina del imperio español
establecido por aquellos en el nuevo mundo, procedían de las provincias
vascongadas[…]; las provincias meridionales de España estaban destinadas a
producir los hombres que habían de unir la América a aquélla monarquía, y
las del norte las que habían de separarla de ella". [11]
La presencia y la influencia de los vascos en el noroccidente de México,
como en otras regiones, no concluyó con el advenimiento de la independencia.
Algunas de sus instituciones como la Real Sociedad
Bascongada de los Amigos del País, sirvieron de modelo a los primeros
gobiernos independientes para crear asociaciones encargadas de impulsar el
desarrollo en general. Por ejemplo, en Guadalajara, en cuanto se proclamó la
independencia se fundó la Junta Patriótica de la Nueva Galicia, encargada de
impulsar la agricultura, la industria, el comercio y las artes. Por otro
lado, los asuntos mercantiles siguieron rigiéndose conforme a lo dispuesto
por las Ordenanzas de Bilbao durante mucho tiempo, prácticamente hasta que
se expidió el Código de Comercio de 1884. Sin embargo, el influjo de la
comunidad vasca fue diluyéndose a partir de 1821. Por un lado, porque la
inmigración española se interrumpió de 1810 a 1836, periodo en el que España
se negó a reconocer la independencia de México; y, por el otro, porque el
número de migrantes ya no fue tan elevado como en los tiempos coloniales.
Además, los hispanos que permanecieron en las
distintas ciudades de México, a quienes los Tratados de Córdoba reconoció
como ciudadanos mexicanos, tuvieron que enfrentarse a una fuerte competencia
con otros extranjeros, principalmente, con ingleses, franceses y alemanes.
La nueva realidad los obligó a adaptarse conforme a los cambios que se
estaban dando en el naciente país. No todos los empresarios hispanos optaron
por enfrentarse a los nuevos retos. Para no correr mayores riesgos, algunos
prefirieron transferir sus capitales a otros puertos de Europa como Burdeos
o Liverpool, pero no a los de España.
En los primeros años después de la consumación de la independencia, los
españoles radicados en México ya no contaron con las condiciones mínimas de
seguridad porque un grupo, cada vez mayor, con el ánimo de afianzar la
nacionalidad, comenzó a demandar su expulsión. A raíz de la primera ley que
ordenó su salida del país, en 1827, cerca de dos mil hispanos abandonaron la
república mexicana. Jalisco fue de los estados con menos expulsados: de los
313 que fueron registrados, 284 lograron evadir los efectos de la ley. Este
decreto fue muy controvertido, pues no contó con la aprobación de todos los
legisladores. Uno de los diputados del congreso general que presentó una
tenaz resistencia a la expedición de esta ley, fue el jalisciense Juan
Cayetano Portugal y, en el senado, Juan de Dios Cañedo.
Después de 1827, los yorkinos siguieron insistiendo en que era necesario
desterrar a todos los españoles, ya que era la única manera de garantizar la
independencia. Los miembros de esta logia presionaron tanto, que el 20 de
marzo de 1829 se promulgó una segunda ley de expulsión pero, al igual que la
primera, sus resultados fueron muy reducidos. Años más tarde, a raíz del
decreto general del 28 de junio de 1833, conocido como la "Ley del Caso",
otros españoles desafectos al federalismo, fueron obligados a salir del
país.
La animadversión hacia los españoles cesó una vez que España reconoció la
independencia de México y ambos países establecieron relaciones diplomáticas
en 1838. Sin embargo, el flujo migratorio de esta fecha a 1857 no tuvo el
vigor de antes. En este último año las relaciones entre ambos países se
rompieron, a consecuencia de los reclamos que hicieron algunos españoles por
los daños que venían sufriendo a consecuencia de las guerras civiles. En
1874, una vez que el país empezó a pacificarse, volvieron a reanudarse las
relaciones diplomáticas.
En el siglo XIX los empresarios nacionales y extranjeros invirtieron fuertes
sumas de dinero en diversas actividades, a pesar de la inestabilidad
política. En Guadalajara, por ejemplo, hubo un grupo empresarial que se alió
en diferentes momentos con militares y con alguno de los bandos políticos
que se disputaban el poder para facilitar la realización de sus negocios. En
este complejo periodo destacó el vasco Francisco Martínez Negrete, cuya
fuerza económica la mantuvieron sus descendientes hasta el siglo XX. Fuera
de él, los vascos que residieron en esta ciudad no fueron inversionistas
destacados, ni tampoco sobresalieron en otras actividades. Caso contrario es
el de Tepic, donde los originarios de las provincias vascongadas siguieron
teniendo el control sobre el comercio y la agricultura. Tres familias fueron
las que monopolizaron los negocios en el siglo XIX: la de José María
Castaños, los hermanos Juan Antonio, Domingo y Pedro Aguirre y Zubiaga, y la
de José Ramón Menchaca. Las dos primeras entraron en franca competencia con
la poderosísima firma Barron y Forbes.
En los puertos de Guaymas y Mazatlán, también se encontraban radicando otros
vascos muy exitosos. En el primero, José Antonio Aguirre, originario de San
Sebastián, tenía instalada una agencia marítima en la década de los años
treinta. En poco tiempo, Aguirre fue identificado como uno de los
comerciantes de mayor prestigio en el noroeste del océano Pacífico. A partir
de 1838 y durante el transcurso de la década siguiente, llegaron a Mazatlán
algunos empresarios vascos. Entre ellos destaca la figura de José Martín
Echeguren, originario de Arcentales, Vizcaya, quien fungió como cónsul de
España. Durante ocho años, de 1842 a 1850, estuvo asociado con Juan Antonio
Redonet y, a partir de este último año, con su cuñado José de la Quintana,
oriundo de Balmaseda, Vizcaya. Al igual que en Tepic, en este puerto se
registró un fuerte enfrentamiento entre los propietarios de las grandes
casas comerciales. Echeguren, incluso, encabezó a los empresarios españoles
que ahí radicaban para enfrentarse a la poderosa familia De la Vega,
instalada en Culiacán, de cuyo seno salieron algunos gobernadores de
Sinaloa.
El flujo migratorio español a México aumentó en las dos últimas décadas del
siglo XIX, pero las provincias expulsoras fueron las islas Canarias,
Asturias, Galicia y Castilla. Como su arribo coincidió justo cuando el país
comenzaba a recuperarse económicamente, la mayoría logró acumular una
riqueza considerable. Los lugares preferidos para establecerse fueron los
centros mineros del norte. Así, por ejemplo, los estados de Durango,
Coahuila y Chihuahua acogieron a más españoles que Jalisco. Otras ciudades
con más población hispana que Guadalajara fueron el Distrito Federal,
Puebla, Veracruz y Oaxaca. Cuando estalló la Revolución Mexicana en todo el
territorio jalisciense había 246 españoles, mientras que en San Luis Potosí
vivían 500, en Tamaulipas 684 y en Veracruz 900, para citar sólo unos
ejemplos.
Mis investigaciones que inicié hace diez años sobre los vascos que se
establecieron en el noroeste de México han llegado, hasta este momento, al
siglo XIX. El producto de dichas indagaciones son tres libros: Los vascos en
el noroccidente de México, Siglos XVI-XVIII, el cual lleva dos ediciones, la
primera en 1998 y la segunda en 2001; La cofradía de la Virgen de Aránzazu
de Guadalajara, publicado en 1998; y En busca de la fortuna. Los vascos en
la región de Guadalajara, en 2003.
Después de lo que se ha dicho, cabe hacer una pregunta: ¿Cuál es la huella
que han dejado los vascos en esta región en los casi 500 años que han
transcurrido después de la conquista? La sociedad mexicana actual es, como
en otras partes del mundo, resultado de la combinación de una gran
diversidad étnica y cultural. Desde el inicio de la tercera década del siglo
XIX llegaron a México migrantes de diferentes lugares de España, Asia y de
la misma América. No es raro encontrar que los habitantes de cualquier
ciudad mexicana mantengan un grato recuerdo de algún extranjero que hizo
algo en beneficio de la comunidad.
Para contestar la pregunta planteada con anterioridad debo decir que la raíz
vasca se hunde hasta el siglo XVI. Ejemplos de esa impronta son las ciudades
fundadas que he mencionado, entre ellas, Guadalajara; la construcción de
innumerables edificios públicos y privados, laicos y religiosos que
recuerdan el poderío de los vascos; los cultos de la Virgen de Aránzazu y de
San Ignacio de Loyola; los numerosos apellidos que provienen de las
provincias vascongadas; y, finalmente, la cultura empresarial que
difundieron desde esa centuria.
En suma: en el noroeste mexicano, como en otras regiones de mi país, los
vascos dejaron una huella imborrable. Pero para no pecar de localista, debo
decir que los estudios recientes nos revelan que la comunidad vasca tuvo más
preferencia por la Nueva España que por otro reino americano, por su enorme
riqueza minera y por el lucrativo comercio que se estableció con las
Filipinas desde el puerto de Acapulco, y con España a través de Veracruz.
A las ciudades con vocación mercantil, a los puertos y a los centros mineros
arribaron durante los siglos XVI, XVII, XVIII y parte del XIX, centenares de
vascos en busca de la fortuna. Ahí construyeron sus nuevos hogares,
afrontaron múltiples adversidades para realizar su sueño y ahí descansan en
paz.
[1] Historia general y cultural de las Indias, islas y tierra firme del mar
océano. Asunción de Paraguay, Editorial Guaranía, 1945, cap. XIII.
[2] El culto a la virgen de Aranzazú estuvo muy arraigado en Guadalajara,
Sombrerete y San Luis Potosí, lugares en donde se fundaron cofradías. El
culto a San Ignacio de Loyola en Guadalajara y en San Ignacio (el antiguo
Piaxtla), Sinaloa. Véase Jaime Olveda. La cofradía de la Virgen de Aránzazu
de Guadalajara. Zapopan, El Colegio de Jalisco-Instituto Dávila Garibi,
1999; y Martha Cohn. "Leyenda acerca de San Ignacio de Loyola" en José María
Figueroa y Gilberto López Alanís. San Ignacio. Encuentros con la Historia.
Culiacán, Revista Cultural Presagio, 1999, no. 18, pp. 16-17.
[3] Jaime Olveda. En busca de la fortuna. Los vascos en la región de
Guadalajara. Zapopan, RSBAP-El Colegio de Jalisco, 2003.
[4] En términos generales, los vascos fueron identificados como "gentes muy
belicosas y muy sabias en el arte de la mar". Carmen Bernard y Serge
Gruzinski. Historia del Nuevo Mundo. Del descubrimiento a la Conquista. La
experiencia europea, 1492-1550. México, FCE, 1996, p. 85.
[5] Al respecto puede consultarse el libro de Francisco Fuster Ruiz. El
final del descubrimiento de América. California, Canadá y Alaska,
(1765-1822). Murcia, Universidad de Murcia, 1998.
[6] Ibid., pp. 326-352.
[7] Véase el libro de Josefina María Cristina Torales Pacheco. Ilustrados en
la Nueva España. Los socios de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del
País. México, Universidad Iberoamericana-RSBAP, 2001.
[8] Jaime Olveda. La cofradía de la Virgen de Aránzazu. Zapopan, El Colegio
de Jalisco-Instituto Ignacio Dávila Garibi, 1999.
[9] Varios vascos establecidos en Guadalajara remitieron donativos a sus
lugares de origen. Por ejemplo, el presbítero José Manuel de Eguileor,
oriundo de Bilbao, dispuso en su testamento que se enviara al santuario de
la Virgen de Nuestra Señora de Begoña de Bilbao, una caja que contenía un
cáliz, patena, cuchara, fistol, dos cubos para colocar las vinajeras y una
campanilla, todo de oro. Archivo Histórico de Jalisco. Libros de Notarios.
Protocolo de José Antonio Mallén, t. XII, 3 de julio de 1813.
[10] Véase José Ramírez Flores. El Real Consulado de Guadalajara.
Guadalajara, Banco Refaccionario de Jalisco, 1952.
[11] Historia de México, I, libro 2, p. 228.
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Breve semblanza de la
Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística
del Estado de Jalisco, A.C.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística nació con el nombre de
Instituto Nacional de Geografía y Estadística; fue fundada el 18 de abril de
1833 por el Presidente de la República, el jalisciense doctor Valentín Gómez
Farías. Su primer trabajo consistió en levantar la Carta General de la
República y la recopilación de la información étnica, histórica, geográfica
y estadística del país y de los núcleos indígenas existentes. Su primer
Presidente fue el literato, científico y periodista don José Justo Gómez de
la Cortina, noble español nacionalizado mexicano, a raíz de la
Independencia. Desde su origen, la Sociedad entendió que su misión
fundamental consistía en investigar todos aquellos elementos geográficos,
históricos y estadísticos del país que permitieran conocerlo mejor. Desde su
nacimiento se le consideró como la sociedad científica del Gobierno de la
República. Por sus filas pasaron los próceres más importantes del país,
políticos, científicos y sabios, sin importar su filiación política e
ideológica, pues tanto liberales como conservadores entendieron que la
ciencia y la cultura estaban por encima de las ideas políticas y religiosas.
El Instituto Nacional de Geografía y Estadística cambió su nombre por el de
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en 1850 y, orgullosamente, es
una de las más antiguas entre las sociedades científicas del mundo. En
América, es la sociedad científica y cultural de mayor antigüedad. Cuenta a
la fecha, con 168 años de existencia. En el Estado de Jalisco inició sus
actividades a través de socios correspondientes, siendo el primero de ellos
don Juan José Romero, desde el inicio mismo de la Nacional. En 1840
participó también el carmelita fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera,
promotor de las bellas artes, la ciencia y la cultura en Jalisco. Al
ausentase de Guadalajara, el padre Nájera dejó como socios correspondientes
a don Manuel López Cotilla, don Dionisio Rodríguez y don José Antonio
Romero, todos ellos prohombres de Jalisco, destacándose su actuación en el
campo de la educación y la cultura. Ingresaron posteriormente el licenciado
Antonio Cañedo, el presbítero y licenciado José de Jesús Ortiz --quien fue
después obispo de Guadalajara-, el doctor Cayetano Orozco y el médico Lázaro
Pérez, entre otros. El 27 de septiembre de 1864 se instaló formalmente la
Junta Auxiliar Jalisciense de Geografía y Estadística correspondiente de la
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, siendo su primer presidente el
licenciado don Hilarión Romero Gil, destacado filántropo jalisciense. Con él
participaron el geógrafo Longinos Banda, los abogados Juan Gutiérrez Mallén
y Manuel Mancilla, el político Anastacio Cañedo, el canónigo José Luis
Verdía, el economista Manuel Zelayeta y otras personalidades. Desde sus
inicios quedó establecido que la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística trabajaría en sus labores académicas al margen de ideologías
políticas y luchas partidistas. La labor intensa del licenciado Romero Gil
llevó la presencia de la Sociedad a las principales poblaciones del estado,
como Ameca, Autlán, Lagos, Zapotlán -hoy Ciudad Guzmán- y desde luego, a la
capital jalisciense. Por estas fechas ingresaron Andrés Terán, Manuel del
Corro, Manuel de la Torre y el canónigo doctoral Juan N. Camarena. Terminada
la Intervención Francesa, por decisión del presidente de la República,
Benito Juárez, se reestructuró la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística y con ello la Junta Auxiliar Jalisciense de Geografía y
Estadística, reuniéndose los socios Longinos Banda, Lázaro Pérez, Juan I.
Matute, Ignacio Fuentes, Emeterio Robles Gil y otros. Debidamente organizada
en 1869, abrió sus puertas con destacados tapatíos pues a más de los
citados, regresaron Hilarión Romero Gil, Jesús López Portillo y Rojas, el
canónigo Agustín de la Rosa, el doctor Leonardo, Oliva, etcétera. En 1890
Jalisco integró una comisión consultora sobre límites, con miembros de la
Junta Auxiliar Jalisciense de Geografía y Estadística, presidida por el
Gobernador del Estado, el sabio Mariano Bárcena Entre los socios más
brillantes de esta época figuran: don Alberto Santoscoy, don Cenobio Enciso,
y los escritores de prestigio nacional, Victoriano Salado Álvarez, Jesús
López Portillo y Rojas, Manuel Cambre y Agustín Rivera. Concluida la
Revolución en Jalisco, la Junta Auxiliar Jalisciense de Geografía y
Estadística se revitalizó con el ingreso de personas como don José Ignacio
Dávila Garibi, Salvador Mota Velazco, Luis Robles Martínez, el doctor
Silverio García, el ingeniero don José Tomás Figueroa, el doctor Fernando
Banda, el presbítero don Francisco Gutiérrez Alemán, el ingeniero don José
R. Benitez, el impresor José María Iguíniz y dos notables pilares de la
Institución: los sacerdotes don José María Arreola y don Severo Díaz
Galindo. Ingresó como socio honorario el excelentísimo señor arzobispo don
Francisco Orozco y Jiménez. La Junta Jalisciense de Geografía y Estadística
participó en importantes actos culturales como la conmemoración, en 1942,
del IV Centenario de la Fundación de la Ciudad de Guadalajara. Durante esta
época participan en la Sociedad importantes investigadores e historiadores
de la cultura jalisciense como don Luis M. Rivera, el presbítero José
Trinidad Laris, el recordado historiador franciscano, fray Luis del Refugio
Palacio y Basave, el historiados don José Ascencio, los hermanos Arturo y
Luis Chávez Hayhoe, el canónigo Librado Tovar, el doctor y periodista
Alfonso Manuel Castañeda, don Luis Páez Brotchie, don José Cornejo Franco,
el historiador don Jesús Toscano Moreno y otros más. Por muchos años, estuvo
presidida por el presbítero don Severo Díaz Galindo, destacándose éste por
sus importantes estudios científicos referentes a observaciones astronómicas
y sísmicas, y a los recursos hidráulicos en el estado, distinguiéndose por
la defensa del Lago de Chapala. Después de cuarenta años de dedicarse a la
ciencia y la cultura, falleció don Severo Díaz y sus restos reposan hoy
justamente en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres. La Institución
continuó sus trabajos bajo las presidencias de don Leopoldo Orendáin, don
Francisco Mediana Ascensio -quien fuera Gobernador del Estado- seguido del
doctor Enrique Estrada Faudón, prominente investigador jalisciense
distinguido con el Premio Jalisco en Ciencias, y en cuya gestión ingresó a
la Sociedad la primera mujer, la maestra en botánica Luz María Villarreal de
Puga. Continuó con la presidencia don Jesús Toscano Moreno en ese tiempo
participó la Institución en actividades con las autoridades estatales,
municipales y la Universidad de Guadalajara. Durante la presidencia de don
Carlos Pizano y Saucedo se reanudó la publicación del Boletín, importante
órgano de comunicación y difusión de las investigaciones de la Sociedad.
Continuaron presidiéndola el doctor Ernesto Ramos Meza, el ingeniero César
Gabriel Alfaro Anguiano -durante cuya gestión se establecieron los Capítulos
Regionales en el Estado, se instaló el primer patronato, se fundó la
biblioteca y se consiguió la Casa Sede en comodato con Pensiones del
Estado-, el licenciado Pedro Vargas Ávalos, los señores Federico Munguía
Cárdenas, Enrique Varela Vázquez, quien renovó la membresía y estableció los
socios de número; el licenciado Constancio Hernández Allende, distinguido
historiador y político jalisciense, la licenciada en historia María del
Pilar Sánchez Alfaro, primera mujer que ocupó este cargo en Jalisco, y
actualmente el arqueólogo Otto Schöndube Baumbach. Con motivo del 450
aniversario de la fundación de la ciudad de Guadalajara -en febrero de
1992-, miembros de esta Institución colaboraron en la planeación y
organización de los festejos conmemorativos. En los últimos seis años el
Premio Jalisco en Ciencias ha sido otorgado a Otto Schöndube Baumbach, Luz
María Villarreal de Puga, José Luis Razo Zaragoza, Francisco de Paula
Sandoval Alatorre, Amado González Mendoza, Phil C. Weigand y Juan S.
Vizcaíno. Cabe aclarar que es importante el número de socios que ha sido
distinguido en este premio además de los antes mencionados. La Junta
Auxiliar Jalisciense de Geografía y Estadística se constituyó en 1956 como
asociación civil, con personalidad jurídica propia -sin desvincularse de la
Nacional, a la que reconoce como su origen- en escritura pública otorgada
ante la fe del Notario Público número 3, de la ciudad de Guadalajara, el
licenciado Agustín López de Arciniega. Desde hace años modificó su nombre
por el de Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco. Por
decreto número 13624 del Congreso del Estado, de fecha 27 de septiembre de
1989, la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco fue
declarada Benemérita, título que ha integrado a su nombre y usa con orgullo,
según escritura pública otorgada ante la fe del Notario Público número 14 de
la ciudad de Guadalajara, licenciado Carlos Hernández González. La
Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco
continúa comprometida con sus propósitos iniciales: la investigación y la
difusión de la ciencia y la cultura en el estado, en todos los campos del
conocimiento, en los cuales promueve obras sobre antropología, arqueología,
artes, astronomía, ciencias naturales, derecho, ecología, economía,
educación, estadística, etnología, geografía, historia, ingeniería,
literatura, medicina y salud pública, música, patrimonio, turismo,
urbanismo, etcétera, y coadyuva con la instituciones públicas en estos
fundamentales objetivos. La Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística
del Estado de Jalisco cuenta con seis Capítulos Regionales distribuidos en
toda la entidad, mediante los cuales cumple su misión y función: Capítulo
Altos, Capítulo Ameca, Capítulo Autlán, Capítulo Norte, Capítulo Puerto
Vallarta, Capítulo Sur, mas un Capítulo Juvenil, semillero de nuevos
valores.
Guadalajara, Jalisco, mayo de 2001.
María del Pilar Sánchez Alfaro
Juan Toscano García de Quevedo
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http://148.245.26.68/Lastest/AGO98/1AGO98/CULTURA.htm
Una crónica olvidada en torno
a Santa María de Gracia
En otras ocasiones hemos comentado sobre el primer convento femenino que se
fundó en Guadalajara, el de las monjas dominicas de Santa María de Gracia.
En esta ocasión no pretendo repetir la historia, sino referirme a una
crónica sobre este sitio.
Resulta que allá por 1855 ingresó a esta Casa de Dios, una jovencita de
conocida familia laguense, doña María Dolores Rivera y San Román, hermana de
aquel genio incomprendido, liberal de pura cepa y prodigioso escritor, el
sacerdote don Agustín Rivera y San Román.
Esta religiosa pasó por todos los estadios de la vida consagrada, es decir
fue primero novicia, luego profesa y finalmente pronunció sus votos
perpetuos.
La religiosa vive en el convento en los últimos años de la existencia de
éste, hoy lamentablemente desaparecido.
Pocos años después de su profesión, iniciaron las luchas intestinas entre
liberales y conservadores, la sangrienta guerra de Tres Años, y luego las
leyes que dan nombre a la época: La Reforma, y con ellas las
exclaustraciones.
Durante una de las varias exclaustraciones temporales que sufrieron, previas
a la definitiva y cuando la religiosa en unión de otra de sus hermanas de la
orden, habitaba en una casa particular que generosamente las había
hospedado, recibe la sugerencia --según ella misma narra-- por parte de su
confesor el ilustrísimo señor Dr. Don Ignacio Díaz, Obispo de Tepic, de
escribir la historia del convento, su comunidad y todo aquello que les
aconteció en la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo
XX.
La religiosa solicitó y recibió licencia de su prelada y aprovechando
documentos, entrevistando a las monjas de mayor edad, y con sus propias
experiencias escribe su crónica.
Según explica en su introducción, el trabajo lo ha dividido en tres
"centenarios", o capítulos. En el primero narra la fundación y la historia
de su orden en Guadalajara; en el segundo, los usos y costumbres, regla,
ceremonias, formas de vivir de la comunidad y finalmente en el tercero, los
años finales, hasta los momentos previos a la desaparición del convento en
pleno siglo veinte.
La obra, por cierto en manuscrito, obra en poder de las dominicas
continuadoras de la comunidad de Santa María de Gracias, hoy en la Iglesia
de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, allá por la Avenida López Mateos
Norte y Colomos
El trabajo de la Madre Rivera, fue publicado por primera vez, en 1924, en
dos partes, en el Boletín Eclesiástico. El texto fue revisado y anotado
magistralmente por el historiador José Ignacio Dávila Garibi, conocedor
profundo de la vida de la Iglesia de Guadalajara. y debe destacarse que las
notas son acertadas, oportunas, amplias y completan la información que la
monja dominica nos ofrece. Dávila Garibi incluye textos de documentos, datos
biográficos, etcétera.
El interesante documento se diluyó como tantos otros que se han publicado en
dicho Boletín, verdadera mina salomónica, llena de tesoros para quien se
ponga a investigar en ellos.
Finalmente, hace un par de años, el investigador Ramón Mata Torres conoció
el manuscrito por vía de las dominicas, con las que parece lleva una buena
amistad, gustó del texto y empezó a revisarlo, a medio camino se enteró de
la existencia de éste impreso y tomó la decisión -muy afortunada-- de
reproducirlo en una edición facsimilar, misma que imprimió, presentó y ahora
distribuye.
Nos ha parecido uno de los más importantes e interesantes impresos de estos
primeros meses del año. En medio de un bello concierto coral y en el sitio
del desaparecido convento, en lo que queda de la Iglesia de Santa María de
Gracia, fue presentado el pasado julio al público tapatío.
Todo lo que la obra aporta --y es muchísimo-- para la historia de
Guadalajara en estos años servirá para modificar algunos puntos de vista,
criterios y opiniones sobre personajes y período.
Los avatares expuestos por la Madre Rivera, fueron los mismos que vivieron
las otras comunidades religiosas femeninas en Guadalajara. Seguramente
similares a lo narrado aquí, sufrieron las Capuchinas, las Agustinas del
Convento de Santa Mónica, las Carmelitas del de Santa Teresa, y la otra
comunidad de Dominicas del de Jesús María, que cita con frecuencia. Cabe
pensar que realmente sobrevivieron de milagro.
La lectura de esta obra seguramente proporcionará muchas satisfacciones a
sus lectores.
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INDICE DE LAS MEMORIAS DE LA
ACADEMIA MEXICANA DE GENEALOGIA Y HERALDICA
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Saludos desde Guadalajara:
Tomas Alejandro Villegas Gomez
El día 26/08/06, Enrique Carvajal Ayala
>
>
> Juan Pablo:
>
> Sólo Flores o Gómez, en ninguna ocasión encuentro Estrada Flores o Gómez
> Flores
> juntos.
>
> Supongo que ambos tienen que ver con los CABRERA, DE LA MORA Y GALLAGA.
>
> Ojalá puedas consultar toda la obra de Dávila Garibi. Noté que Ocotlán es
> su
> especialidad.
> El día 6 estaré en Guadalajara. Les voy a dar una buena hojeada y ojeada
>
> Respecto a FLORES ESTRADA ¿Algo que ver con los ESTRADA GUTIERREZ Y FLORES
> DE LA CABALLERIA?
>
> Saludos
>
> Enrique
>
> 26/08/06
>
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Saludos desde Guadalajara:
Tomas Alejandro Villegas Gomez